Año 2060
Soy librero. Era librero, tengo que decir, porque con 60 años cumplidos tuve que cerrar mi librería, mi vida
se hundió, mi profesión, mi amor por el papel impreso, mis ingresos, mi
inversión, todo lo que tenía, todo lo que quería. ¿Qué le voy a dejar a mi
hija? Con lo que le he podido enseñar de mis libros y una pasión no se vive hoy
en día. Tiempos negros.
Año 2082
Me
llamo doscientos cincuenta y ocho, hijo de treinta y cinco: Madre. Nací un día
cualquiera, igual que cualquier otro día, nada especial, nada distinto, uno
más. No lloré al ver la luz porque nací entre tinieblas. Nunca he sabido cómo
era la sonrisa de mi madre, sus ojos, su pelo… Madre era una voz a la que
seguía de niño, para no perderme, para comer, para ahuyentar mis miedos. Madre
era una caricia, una sombra cercana entre otras sombras que poblaban el espacio
en que vivimos. No he podido olvidar el día en que me separaron de ella, lo
mucho que eché de menos esa voz que me protegía y llenaba el espacio de
historias de colores.
Siempre
recordaré aquel gigante egoísta que no dejaba que los niños jugaran en su jardín y por eso era un lugar triste y
seco. Un jardín… me contó Madre que
era un espacio abierto con luz permanente, donde no habitaban sombras. Podías
ver los ojos y el pelo de sus residentes, sus sonrisas, los cobertores del
cuerpo que eran ligeros y suaves, tan delicados que se sentía como una caricia
al colocártelos. Allí los niños no seguían la voz de las sombras para
sobrevivir, corrían solos por el jardín, jugaban.
Jugar…Me dijo Madre que los niños aprendían cómo sobrevivir jugando, con
retos que les hacían reír y que, si fallaban, no eran castigados a recoger
excrementos.
Tengo ahora veinte años, por las cuatro
marcas que tengo en el brazo izquierdo, la última me la hicieron hace poco. A
partir de ahora me las harán en el brazo derecho por ser mayor de edad. Cuando me
hicieron la segunda, a los diez, fue el momento en que me separaron de Madre.
La marca dolía en el brazo y me dejaron solo, sentado en Suelo, en el lado de las
Sombras que lloran. Yo no lloré, lo había prometido y lo cumplí. Apreté fuerte
los dientes y aguanté. Era la hora en que aparecían los reflejos de luz en las
rendijas de Arriba. Pasé el tiempo preguntándome de dónde vendrían esos
reflejos, para qué servían, qué los producía y dónde se generaban. Las
historias que había escuchado desde pequeño me hicieron curioso, siempre
intentaba adivinar qué sucedería al final de la historia antes de que me lo
contaran, por qué había sucedido así y no de otro modo, imaginaba cómo serían
los espacios que nunca había podido ver, solo oír. Madre me enseñó a pensar. Los reflejos
proyectaban luz sobre los límites del espacio de Arriba, entramados de rayas en
diagonal que aparecían y desaparecían, pero que eran tan tenues que no
permitían ver en Suelo.
Al
hacerme la tercera marca me dijo una Sombra que tenía que empezar a ayudar y me
llevaron a un espacio al que llaman Almacén, allí está guardada la comida,
botes de metal apilados en estantes en hileras por todo el límite del espacio.
Allí ayudamos cinco, tres mayores y dos pequeños. Ayer trajeron a un pequeño de
tres marcas para que empezara y me han encargado a mí que le enseñe. Para que
entienda cómo funciona Almacén, le conté una historia que escuché de pequeño.
Año 2040
─Hija, las librerías te hablan cuando entras
en ellas. Cada estante te cuenta la historia de los libros que están en él y te
dicen quién escribió esas historias, por eso nunca olvidas dónde está el libro
que buscas. Te dicen cuándo tienes que agacharte, cuándo subir a la escalera,
cuándo bajar al sótano y cuándo llamar para que traigan nuevos. Mira, es muy
fácil, escucha lo que te dicen los estantes de ahí abajo: son cuentos de niños,
letras grandes, muchas ilustraciones y contienen historias para aprender la
vida. Allí, al lado de la puerta, como queriendo escapar, están los libros de
viajes. Están deseando llevarte a otros países para que conozcas a sus gentes,
sus casas, sus ropas, sus alimentos. Encima, están los que te quieren llevar a
otros mundos, más allá del cielo, a la luna, son viajes al espacio. Y justo
debajo, los que te cuentan lo que vivieron aquellos que ya no están entre
nosotros, lo que hicieron, por qué lo hicieron y cómo vivieron. Son viajes al
pasado, a la historia que nos ha traído hasta aquí, donde nos encontramos. En
el fondo, lejos del ruido de la calle, está la poesía que nos hace mirar de
otra forma la realidad, que nos pinta con palabras de colores lo que no se
puede ver solo con los ojos, hay que mirar con la mente. Y justo encima, los
que te hacen pensar, intentar explicar el porqué de la vida. En el medio están
los que nos cuentan historias para vivir, para disfrutar.
─Padre, ¿yo también podré
hablar a los libros cuando sea mayor y cuidarlos como tú?
─Claro pequeña, un día
todo esto será tuyo, será tu universo, en el que vivirás y al que cuidarás para
pasárselo luego a un hijo que tendrás y que los mirará como ahora lo haces tú.
Año 2082
Ahora
que tengo un pequeño que me ayuda en Almacén, voy a tener que salir al espacio Externo
a menudo a recoger lo que pueda encontrar para Almacén. Hace poco que he salido
por primera vez. Llevo una cuerda atada a la cintura para no perderme y recorro
pasillos cargando lo que encuentro en un carro de metal que me sirve para
transportarlo hasta Almacén. Ayer encontré algo que no sé bien qué es ni para
qué puede servir, por eso voy a ir consultar a uno de los Cien para que me
ayuden y pueda clasificarlo y darle utilidad. Los Cien no nacieron aquí, son
los primeros que llegaron a Espacio cuando la Huida del año 2050 por eso son muy sabios y son los que una vez
vieron la Luz.
Al
entregar lo que había encontrado en el espacio Profundo, se ha producido un
silencio en la sombra. Luego he sentido movimientos a mi alrededor y murmullos según
lo iban tocando las otras sombras de los Cien. Me han pedido que los lleve al
lugar dónde lo encontré, así que estamos rehaciendo el camino que yo hice
antes.
Creo
que ya hemos llegado, palpo el límite del espacio como hice antes y siento que
hay más piezas como la que les entregué. Se lo digo y siento inquietud y
movimientos atropellados de las sombras. No dicen nada, solo se oyen
exclamaciones de sorpresa. Una sombra dice al fin:
─¡Es
una Librería!
─¿Una
qué? ─pregunto.
─Un
Almacén de historias. Aquí están todas las historias que os contamos cuando aún
no teníais tres marcas y que solo puede conocer aquel que tenga la Luz.
─¿Puedo
ser yo el cuidador de este Almacén? Madre me contó cómo cuidarlo. Madre tenía
la Luz cuando era pequeña y su padre era Guardián de Historias…
─¿Eres
tú el hijo de treinta y cinco?
─Si,
soy doscientos cincuenta y ocho.
─Entonces
tú eres el Heredero. La Librería es
tuya. Tú eres quien nos puede traer la Luz.
La librería más bonita del mundo VVAA
Playa de Ákaba